Reason 3: Learn to dance Tango like Antonio Banderas in Take the Lead

I guess the video speaks for itself... Argentineans are very proud to count the tango to their cultural heritage and foreigners from all over the world come to Buenos Aires to learn the art of this sensual and versatile dance.

And the City of the Tango offers countless opportunities to do so. You will find all kinds of establishments offering classes and milongas, one of them being the...

...Catedral del Tango

Este reducto tanguero ubicado en el barrio de Almagro se caracteriza por su ambiente bohemio, sus largas noches y su cocina vegetariana.
Clases de baile de tango para todos los niveles se dictan las noches de lunes a domingo en dos horarios, a las 20:00 y a las 21:30 (a veces arrancan un poco más tarde). En las clases se da una agradable mezcla de locales y extranjeros, con distintos niveles de baile.

Luego de la clase, se puede seguir la noche escuchando tango acompañados cenando algún plato vegetariano, de buena calidad y precios razonables. Cerca de la medianoche se suele ofrecer algún show de tango a la gorra (los lunes se presenta un buen cuarteto de guitarras), y con un poco de suerte se arme alguna juntada de tangueros en el “salón fumador”.

El ambiente de la Catedral es, a mi entender, único. A pesar del frío que en invierno separa a los bailarines tras capas de lana y algodón, o del calor que en verano mezcla sudores que de otra manera hubiesen permanecido extraños, algo en ese ambiente se siente como en casa. Un anillo de luces de colores señala el centro de la pista, mientras la periferia, donde se ubican las mesas, permanece en una especie de penumbra ideal para conversar de la vida, de los amigos y de los amores, copa en mano. Al fondo un raído corazón cuelga del techo, tal vez por desidia, tal vez porque es lo que mejor sienta al tango que aquí se respira.

Siempre se aprende algo en las clases, que suelen ser divididos entre principiantes por un lado e intermedios/avanzados por el otro. Logro infiltrarme entre los intermedios, aunque la brigada anti-principiantes está a la caza de los novatos que permanecen en la clase experimentada, por vanidad o simplemente por no hablar una sola palabra de español, y no enterarse de que la clase se dividió.

Las parejas se van alternando, y a agarrarse fuerte del boleto capicúa, esperando que el azar haya juntado un grupo par y no nos toque bailar solos (aunque las más de las veces hay pareja). En los cambios uno puede encontrarse con porteños o viajeros de otras partes del mundo, de todas las edades pero con una mayoría en la franja 20-35.

Terminada la clase, discutimos con mi compañero de milonga sobre cómo era ese último paso o firulete, si el cruce atrás es por atrás o por adelante y a cuántas clases más tendrá que asistir un patadura tanguero como yo para hacer el ansiado ‘click’, mientras cenamos alguno de los platos vegetarianos que ofrece el buffet (gran acierto el sándwich de berenjena con queso). Alrededor de la medianoche, un cuarteto de guitarras y contrabajo toca unos tangazos, con la voz de algunos invitados más o menos estables.

Los que no teman al despertador del día siguiente, pueden estirar la noche, milongueando en la pista o simplemente escuchando buena música. Con un poco de suerte, los muchachos se coparon y continúan tocando, cantando y bailando en el ala fumadora de La Catedral, mientras la ciudad duerme indiferente a los conjuros de este rincón de Almagro.

Un artículo escrito por Federico Massini, Buenos Aires (Argentina).